La democracia participativa va avanzando cada día en nuestra sociedad, incluso ya tiene un amplio grado de complementariedad con la representativa, especialmente por la interacción telemática. También en los partidos políticos la militancia quiere ser partícipe de las decisiones de los dirigentes y gobernantes de su partido. Las bases están decididas a tener más protagonismo cada día, de hecho, suele coincidir que el desafecto de la afiliación va acentuándose cuando no es tenida en cuenta, o cuando se toman decisiones que se saben de antemano contrarias a la opinión mayoritaria.
El PSOE ha obtenido la victoria en las elecciones generales con una amplia mayoría, pero tendrá que buscar apoyos tanto para la investidura, como para la aprobación de las leyes. Visto desde fuera podría parecer que un pacto con Ciudadanos sería lo más coherente: un partido de centro, entre ambos tendrían una amplia mayoría absoluta que daría bastante estabilidad, estos pactos están bien vistos en la Unión Europea y sintonizarían un gran número de votantes que se encuentran en la zona templada del espectro político.
Pero no es esa la postura de los militantes del PSOE, y lo dejaron bien claro a las pocas horas de conocerse los resultados. El lema más coreado esa noche fue “con Rivera no”. Pedro Sánchez dijo que se daba por enterado, y tendrá que intentar no defraudar a la militancia.
Es evidente que la razón de las bases no se corresponde en muchos casos con la razón de los dirigentes y eso lo sabe, más que nadie, Pedro Sánchez, ya que fueron ellos los que le auparon de nuevo a la Secretaría General, frente a todo el aparato del partido. El no a Rivera es muy comprensible después de basar toda su campaña en falsedades y descalificaciones hacia Pedro Sánchez, tanto en los debates como en toda la campaña electoral, especialmente en el tema de Cataluña. Y si hay un veredicto claro en el resultado electoral, es que la actuación en el tema del separatismo está siendo acertada, así lo ratificó el crecimiento de votantes del PSOE en Cataluña, que pasaron de algo más de quinientos mil en las elecciones de 2016, a cerca de un millón en éstas, pasando a ser la segunda fuerza política a un punto de la primera.
Seguramente uno de los problemas del PP ha sido precisamente quitar la razón a las bases del partido, que habían decidido que Soraya Sáenz de Santamaría fuera su presidenta, frente al aparato del partido que decidió que fuera Pablo Casado. Se podrá decir que fueron los compromisarios quienes lo eligieron, pero ya sabemos que los compromisarios y los delegados los eligen mayoritariamente los aparatos de los partidos y votan según el criterio de los barones territoriales.
Los partidos de masas fueron un importante avance político, frente a los partidos de cuadros; pero en muchas ocasiones los dirigentes se sienten más cómodos cuanta menos militancia haya, para ejercer el control sobre ella, muchos cargos deben su sueldo al puesto designado por el aparato del partido, ya que nunca tuvieron otro trabajo, por lo que su criterio está condicionado por el mantenimiento de su sueldo.
Pero es evidente que no se pueden poner puertas al campo, los militantes quieren tener representantes que escuchen sus opiniones y sobre todo sentirse partícipes de las decisiones del partido al que pertenecen, por tanto no escuchar a la militancia, en momentos decisivos, supone en la práctica prescindir de ellos por la vía de los hechos. El PSOE es el partido más antiguo de España, incluso me atrevería a decir que el más democrático, especialmente desde el 39 Congreso, al incluir en sus estatutos un apartado que determina que “será obligatoria la consulta a la militancia, al nivel territorial que corresponda, sobre los acuerdos de Gobierno en los que sea parte el PSOE o sobre el sentido del voto en sesiones de investidura que supongan facilitar el gobierno a otro partido político”
Nuestra sociedad avanza hacia las decisiones colectivas, en todos los ámbitos, desde la empresa hasta el asociacionismo, por lo que se hace inevitable que también en los partidos se limite el individualismo, y se vaya caminando hacia decisiones compartidas, especialmente ahora que se pueden aprovechar las facilidades que dan las Tecnologías de la Información y Comunicación. La militancia no quiere limitarse a ser mano de obra gratis y contribuyentes con sus cuotas, sino a que sus opiniones formen parte del debate y la discusión, lo que supondrá la legitimación de las decisiones finales.
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