domingo, 30 de junio de 2019

UN RETROCESO CATASTRÓFICO

En 2015, la ONU aprobó la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible, cuya finalidad principal es la de mejorar la vida de todos, sin dejar a nadie atrás.
La Agenda cuenta con 17 Objetivos, que van desde la erradicación de la pobreza y el hambre, hasta la paz y la justicia; pasando por la salud y el bienestar, la educación de calidad, la igualdad de género, así hasta 17. No obstante hoy me detendré sólo en uno de ellos, concretamente el número 11 cuyo objetivo es  el de ciudades y comunidades sostenibles, ya que la mitad de la humanidad se concentra en ciudades, y seguirá creciendo en los próximos años, sin embargo las urbes ocupan solamente el 3% de la superficie terrestre. 
En las ciudades el consumo de energía representa entre el 60 y el 80% del total,  y las emisiones de carbono llegan al 75%, lo que hace de ellas un foco importante de contaminación, por las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que contribuye de forma importante a deteriorar la salud de sus habitantes.
Madrid lleva al menos 10 años sobrepasando los límites legales de dióxido de nitrógeno, que indica la legislación europea, y con buen criterio el Ayuntamiento elaboró un proyecto cuya finalidad era la reducción de los índices de contaminación atmosférica, principalmente con la reducción de vehículos en la zona centro, dando prioridad al transporte público. Una zona más habitable, donde los ciudadanos puedan pasear en un ambiente más saludable y donde otros medios de comunicación, como la bicicleta tengan mayor espacio.
Las ciudades que debieran estar concebidas para el bienestar de las personas, en muchas ocasiones se proyectan para que puedan circular muchos coches, circulen con cierta rapidez y haya pocos atascos. Cuando se hace un proyecto con coherencia se rechaza porque lo han hecho otros y en lugar de procurar su mejora, si es posible, se elimina.
En Madrid la suspensión de facto, al suspender el sistema de multas a partir del 1 de julio, supone un claro retroceso, en la mejora de la calidad de vida de las personas y en la pretensión de hacer una ciudad más saludable. Aunque esta decisión pueda suponer, incluso, importantes multas de la Comisión Europea
No hay  ninguna justificación para esa decisión, porque tampoco ha disminuido la actividad comercial, como se pretende hacer creer, sino todo lo contrario, se ha incrementado, haciendo de la Gran Vía de Madrid una de las calles más transitadas de  Europa.
El problema, en el fondo, viene del auge de los negacionistas del cambio climático, entre ellos Donald Trump, que a base de tergiversar los hechos científicos y sacar conclusiones que rozan el esperpento, están causando un daño irreparable, por su influencia en dirigentes con gran número de dioptrías, en su miopía política, como es el caso del nuevo alcalde de Madrid.
La actividad económica, en los últimos 50 años, se ha desarrollado sin una planificación ordenada, el único objetivo era “pegar un buen pelotazo” y a la frase de “vive el momento”, se le añadía el apellido de “los que vengan atrás que arreen”, sin preocuparse realmente por los daños medioambientales que esa actitud está causando, y va a causar, en las generaciones futuras. En el fondo el rechazo a las medidas que procuran frenar el calentamiento global, se debe a la idea que estas medidas mermarán sus beneficios a corto plazo, y por tanto, el mayor rendimiento económico se obtiene con una actividad económica desenfrenada y sin control.
Estamos ante un retroceso catastrófico, al que es necesario poner freno, si no queremos lamentarlo.

La razón de las bases

La democracia participativa va avanzando cada día en nuestra sociedad, incluso ya tiene un amplio grado de complementariedad con la representativa, especialmente por la interacción telemática. También en los partidos políticos la militancia quiere ser partícipe de las decisiones de los dirigentes y gobernantes de su partido. Las bases están decididas a tener más protagonismo cada día, de hecho, suele coincidir que el desafecto de la afiliación va acentuándose cuando no es tenida en cuenta, o cuando se toman decisiones que se saben de antemano contrarias a la opinión mayoritaria.
El PSOE ha obtenido la victoria en las elecciones generales con una amplia mayoría, pero tendrá que buscar apoyos tanto para la investidura, como para la aprobación de las leyes. Visto desde fuera podría parecer que un pacto con Ciudadanos sería lo más coherente: un partido de centro, entre ambos tendrían una amplia mayoría absoluta que daría bastante estabilidad, estos pactos están bien vistos en la Unión Europea y  sintonizarían un gran número de votantes que se encuentran en la zona templada del espectro político.
Pero no es esa la postura de los militantes del PSOE, y lo dejaron bien claro a las pocas horas de conocerse los resultados. El lema más coreado esa noche fue “con Rivera no”. Pedro Sánchez dijo que se daba por enterado, y tendrá que intentar no defraudar a la militancia.
Es evidente que la razón de las bases no se corresponde en muchos casos con la razón de los dirigentes y eso lo sabe, más que nadie, Pedro Sánchez, ya que fueron ellos los que le auparon de nuevo a la Secretaría General, frente a todo el aparato del partido. El no a Rivera es muy comprensible después de basar toda su campaña en falsedades y descalificaciones hacia Pedro Sánchez, tanto en los debates como en toda la campaña electoral, especialmente en el tema de Cataluña. Y si hay un veredicto claro en el resultado electoral, es que la actuación en el tema del separatismo está siendo acertada, así lo ratificó el crecimiento de votantes del PSOE en Cataluña, que pasaron de algo más de quinientos mil en las elecciones de 2016, a cerca de un millón en éstas, pasando a ser la segunda fuerza política a un punto de la primera.
Seguramente uno de los problemas del PP ha sido precisamente quitar la razón a las bases del partido, que habían decidido que Soraya Sáenz de Santamaría fuera su presidenta, frente al aparato del partido que decidió que fuera Pablo Casado. Se podrá decir que fueron los compromisarios quienes lo eligieron, pero ya sabemos que los compromisarios y los delegados los eligen mayoritariamente los aparatos de los partidos y votan según el criterio de los barones territoriales.
Los partidos de masas fueron un importante avance político, frente a los partidos de cuadros; pero en muchas ocasiones los dirigentes se sienten más cómodos cuanta menos militancia haya, para ejercer el control sobre ella, muchos cargos deben su sueldo al puesto designado por el aparato del partido, ya que nunca tuvieron otro trabajo, por lo que su criterio está condicionado por el mantenimiento de su sueldo.
Pero es evidente que no se pueden poner puertas al campo, los militantes quieren tener representantes que escuchen sus opiniones y sobre todo sentirse partícipes de las decisiones del partido al que pertenecen, por tanto no escuchar a la militancia, en momentos decisivos, supone en la práctica prescindir de ellos por la vía de los hechos. El PSOE es el partido más antiguo de España, incluso me atrevería a decir que el más democrático, especialmente desde el 39 Congreso, al incluir en sus estatutos un apartado  que determina que “será obligatoria la consulta a la militancia, al nivel territorial que corresponda, sobre los acuerdos de Gobierno en los que sea parte el PSOE o sobre el sentido del voto en sesiones de investidura que supongan facilitar el gobierno a otro partido político”
Nuestra sociedad avanza hacia las decisiones colectivas, en todos los ámbitos, desde la empresa hasta el asociacionismo, por lo que se hace inevitable que también en los partidos se limite el individualismo, y se vaya  caminando hacia decisiones compartidas, especialmente ahora que se pueden aprovechar las facilidades que dan las Tecnologías de la Información y Comunicación. La militancia no quiere limitarse a ser mano de obra gratis y contribuyentes con sus cuotas, sino a que sus opiniones formen parte del debate y la discusión, lo que supondrá la legitimación de las decisiones finales.